Es fácil caer en la práctica de posturas de forma automática, sin que lo que haces tenga un sentido más allá del puro ejercicio físico. Es algo que me ha preocupado siempre, y que muchas veces me ha hecho desanimarme con el yoga y dejar de encontrar disfrute en la práctica. Algunas veces he pensado que tenía que ver con las prácticas físicas y que si dedicaba más tiempo a la meditación seguro encontraría algo más verdadero. Últimamente pienso que en realidad cualquier cosa que hagamos, ya sea una práctica más física como las Asanas, o algo menos activo como meditar o cantar mantras, puede torn
arse automática y perder profundidad. Pero, ¿No pasa realmente con todo en la vida? Porque pensamos que este tipo de prácticas han de ser obligadamente más «espirituales» o «trascendentales» que otras actividades más cotidianas del día a día. Quizás porque fueron pensadas con ese fin, pero ¿y si todo lo que hacemos pudiera cobrar ese sentido espiritual en nuestra vida? Hay personas que corren maratones y que realmente lo hacen dándole un sentido espiritual a lo que hacen, sin ponerle ningún nombre y sin haber hecho ninguna formación o pasado años practicando. Siempre me acuerdo de la película de Rocky, y esas escenas en las que vemos cómo se entrena para el boxeo, y cómo ese entrenamiento, que a ojos de muchos que practican yoga no tiene nada de espiritual, al protagonista de la película le hace dar un sentido muy profundo a toda su vida. Cuando sube las escaleras al amanecer y encuentra toda la fuerza en su interior para hacerlo, Rocky esta profundamente conectado con algo superior que le ayuda a superarse, esta siendo un ser profundamente espiritual. Así que tal como me dijo Montse Cob, a la que conozco hace poco tiempo pero cuyas clases me están ayudando mucho a recuperar un sentido a mi practica de yoga, quizás no tenga tanto que ver con lo que hacemos sino con cómo lo hacemos.
Cuelgo aquí un testimonio que escribí para la revista Yoga Journal, en el cual describo mi experiencia en taller titulado Forma y Fluidez.
